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viernes, 8 de marzo de 2013

ANALISIS-Matriz energética de Brasil, de envidiada a víctima de arrogancia

lunes 7 de enero de 2013


Por Jeb Blount
SAO PAULO (Reuters) - Hace apenas cinco años, la matriz energética "verde" de Brasil era la envidia de otras naciones dependientes de fuentes de energía más sucias y el orgullo de un gobierno convencido de que conducía al país hacia el estatus de superpotencia económica.
Tres cuartas partes de la electricidad brasileña provenía de centrales hidroeléctricas y los automóviles se movían principalmente a etanol de caña de azúcar.
Además, Brasil acababa de descubrir gigantescas reservas de petróleo frente a sus costas, lo que podría convertirlo en el 2020 en el tercer mayor productor del mundo después de Rusia y Arabia Saudita.
Hoy el panorama es mucho más sombrío. La producción de petróleo está cayendo y crece el temor a que el país deba racionar la energía eléctrica, lo que deprimiría aún más la economía y sería políticamente embarazoso para la presidenta Dilma Rousseff.
¿Qué salió mal? Analistas e inversores dicen que los problemas actuales derivan de un excesivo optimismo durante los años de bonanza, cuando Brasil intentó aumentar el control sobre sus recursos y acabó asustando a los inversores.
"Brasil se ha vuelto víctima de las políticas de la abundancia económica", dijo Christopher Garman, director de América Latina en la consultora de riesgo Eurasia Group en Nueva York.
"Cuando las cosas iban bien para Brasil y después de que descubrieron petróleo, la administración fue imbuida de un orgullo desmesurado", agregó. "Pensaron que tenían más espacio para llevar adelante una política industrial activa y cambiar el paisaje regulatorio".
Rousseff rechazó recientemente los temores a un racionamiento de electricidad como de "ridículos". Uno de los problemas de fondo está fuera del control de su gobierno: una de las peores sequías en décadas que priva al país del agua que necesita para generar electricidad.
Los recientes esfuerzos del país por diversificar su matriz eléctrica, duramente criticada por grupos ambientalistas, podría acabar evitando un racionamiento como el del 2001. La hidroeléctrica hoy representa unos dos tercios de la generación, desde un 80 por ciento en el 2005.
Sin embargo, los problemas son mucho más profundos. El sector eléctrico de Brasil está plagado de ineficiencias y ansiedad de los inversores, desde la petrolera estatal Petrobras hasta las recientes pérdidas multimillonarias en el valor de capitalización de empresas eléctricas como Cemig o CESP.
El riesgo es alto para Rousseff, electa en el 2010 en parte por su imagen de competencia en la administración del sector energético.
Como ministra de Energía entre el 2003 y el 2005, su misión fue garantizar que Brasil jamás volviera a sufrir un déficit de energía y preparar el terreno para transformar al país en una potencia petrolera en las próximas décadas.
Los problemas en el sector reflejan un reclamo más amplio de los inversores: que la intervención de un Gobierno que está aumentando su papel a expensas del sector privado.
Como resultado de ese y otros problemas, la economía brasileña creció sólo un 1 por ciento en el 2012, uno de los promedios más bajos de América Latina.
BUENAS INTENCIONES, MALOS RESULTADOS
Rousseff supervisó en los últimos años la redacción de un nuevo marco legal para la producción petrolera, impidiendo que Petrobras elevara los precios de la gasolina y el diésel y forzando a la generadora estatal Centrais Eletricas Brasileiras a reducir los precios de la electricidad a cambio renovar sus concesiones hidroeléctricas.
Casi todas las medidas fracasaron, de una forma u otra.
La nueva ley petrolera, aprobada en el 2010, buscaba garantizar el control gubernamental de los yacimientos subsal, uno de los últimos grandes descubrimientos recientes con hasta 100.000 millones de barriles de petróleo bajo el manto marino frente a los estados de Río de Janeiro y Sao Paulo.



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